Hay un vampiro en la ciudad de México. Necesita tu sangre. Quiere tu vida. Desea a las personas que amas. Y no te quitará sólo eso.
¿Acaso no es la ciudad de México, con una población de 10 millones de habitantes y una fuerza policiaca a la que no le importan un par de personas desaparecidas, el hogar ideal para un vampiro moderno?
En la última novela escrita antes de su muerte, Carlos Fuentes propone una revisión de aquél personaje cuya crueldad mítica inspirara la novela Drácula de Bram Stoker.
No luche más, Navarro. Ignora usted los infinitos recursos de la muerte. Regrese a la maldición del trabajo, que para usted es una bendición, lo sé y lo entiendo. Usted vive la vida. Yo la codicio. Es una diferencia importante. Lo que nos une es que en este mundo todos usamos a todos, algunos ganamos, otros pierden. Resígnese.
Un viejo aristócrata europeo, el conde Vlad Radu, se instala con su hija en una mansión con pinta de monasterio en la ciudad de México. Tras soportar siglos de guerras y escasez de sangre humana en Europa, ha decidido trasladarse al otro lado del oceano Atlántico y reestablecer su imperio. Aunque para ello deba contratar los servicio de Yves Navarro, un abogado, y de su esposa Asunción, una agente de bienes raíces que guarda un misterioso parecido con una mujer retratada en una antigua fotografía...
ENGLISH DESCRIPTION
Where, Carlos Fuentes asks, is a modern-day vampire to roost? Why not Mexico City, populated by ten million blood sausages (that is, people), and a police force who won't mind a few disappearances?
"Vlad" is Vlad the Impaler, of course, whose mythic cruelty was an inspiration for Bram Stoker's Dracula. In this sly sequel, Vlad really is undead: dispossessed after centuries of mayhem by Eastern European wars and rampant blood shortages. More than a postmodern riff on "the vampire craze," Vlad is also an anatomy of the Mexican bourgeoisie, as well as our culture's ways of dealing with death. For--as in Dracula--Vlad has need of both a lawyer and a real-estate agent in order to establish his new kingdom, and Yves Navarro and his wife Asunci?n fit the bill nicely. Having recently lost a son, might they not welcome the chance to see their remaining child live forever? More importantly, are the pleasures of middle-class life enough to keep one from joining the legions of the damned?